“Siempre he sabido que la naturaleza provee al que lo merece, a quién se esfuerza por trabajar Y, sobre todo recompensa a quién sabe hacer que su disposición valga su esfuerzo y entrega.
Recuerdo que todo comenzó al ver a mi amada esposa, a mis hijos y visionar el futuro que tenía Por delante para ellos. La necesidad mía de verlos exitosos y felices me llevó a pensar ¿Qué puedo hacer? Y la respuesta me la concedió el sabio tiempo.
No fue hasta que por casualidad de la vida, un día, cuando comenzaba mis labores de pescador, Me interceptó una pareja de extranjeros. Fue grande la sorpresa que sentí cuando me Conversaron e interrogaron por la bahía y sus secretos. Miré a mi querido mar y fruncí el ceño extrañado. Para mí ese paisaje era cotidiano y normal. Era como el oxígeno : Parte de mí. Recuerdo que en mi mente brotó el pensamiento “estas personas deseaban conocer parte de mi alma” y la realidad es que la idea me encantó. El interés que mostraron fue muy genuino, por lo que me ofrecí con mucha alegría a enseñárselos.
La travesía por aquel entonces fue hecha en una lancha rústica y sencilla de pescador, esto quiere decir: madera, mucho movimiento, mareos, viento, sol incandescente y, al mismo tiempo, todas las ganas y el ánimo que mi espíritu podía albergar . Quería que viviesen mi perspectiva, que entendieran el mensaje que susurraba la brisa: ¡que sintiesen la vida! Porque eso es lo que es Paracas, un paisaje magnánimo y fuerte que merece respeto y añoranza.
Expliqué, hice broma, me detuve para que pudiesen verla de cerca. No contaba con la historia genuina, pero no hay mejor conocedor que aquel que aprende por naturaleza y brindé los detalles que la experiencia me había regalado.
Al terminar el trayecto quedaron muy contentos. Tan felices y satisfechos que me prometieron Regresar.
Y regresaron…..
A esto llamaremos turistas y poco a poco brindé el mismo trayecto a más interesados. La Oportunidad de comenzar un negocio, una nueva aventura para mi familia y para mí, estaba servida y la supe tomar.
Hoy con mi edad, con mis años…, con mi lentitud de abuelo y los pasos que he recorrido caminando y navegando no me queda otra cosa más que decir: Gracias. Ëste viejo marinero le debe su vida a ese sol que se pierde entre aquellas olas del oeste. Hoy éste viejo ve que la oportunidad, que inició con él, ha servido como puente para más familias y marineros como yo. Hoy cumplí con mi objetivo: veo a mi familia exitosa y feliz, pero sobre todo: camino en la arena y, al detenerme frente a mi mar de las 6 de la tarde, cierro mis ojos, siento la brisa y susurro “querida bahía de Paracas, ya estamos viejos, pero ¿sabes? Cada viaje ha valido el esmero. Vamos a seguir viviendo porque tú eres parte de mi vida y me has permitido a mí…ser parte de la tuya. Cada arruga mía, gracias a ti, está hecha con orgullo y sapiencia, Gracias”.